domingo, 18 de mayo de 2008

El amante amigo


Allá por cuando tenía 16 años (en pocos días 17), uno de esos sábados de fiesta loca en mi discoteca favorita Illusion, en la cola vi a un chico que me encantó, y que casualmente era un conocido de la amiga con la que iba esa tarde, así que nos presentó.

Al final de la tarde me pidió el teléfono, y se lo di. Era de los que tenían una “chorboagenda” negra, sí, esas con todas las entradas con nombre de mujer. No me gustó la idea de que mi nombre sólo fuera una entrada más en la “M”, pero tampoco pensé que me llamara. Esa misma noche lo hizo. ¡A ver cómo le decía a mi madre que quería salir de noche, si acababa de llegar de fiesta! Pero lo conseguí, y a las 00h estaba yo plantada en la columna izquierda de la Plaza España. En aquella época no habían móviles, ni el metro estaba abierto toda la noche del sábado, así que si él no aparecía o no nos encontrábamos, no sabía cómo volvería a casa, en la otra punta de la ciudad.

Apareció, con más amigos en un coche, y fuimos a Torres de Ávila (ufff, la disco con glamour y de referencia en aquel momento). Yo ya había ido un par de veces con las amigas, sin evitar tener que ingeniárnoslas para entrar, puesto que éramos menores. Aún recuerdo la boa de plumas azul y el pintalabios a juego, plataformas y falda de raso con rajote lateral jajajaja. Pero, ¿y si esa vez me pedían el DNI? Sería mi perdición, puesto que le había dicho que tenía 17 y en pocos días 18. Pero hubo suerte, y entré sin problemas. Bailamos toda la noche, y fuimos intercalando besos apasionados entre canción y canción.

Pasaron las semanas, y estábamos saliendo juntos. Me encantaba el sexo con él, era muy diferente a todo lo que había probado. Posturas nuevas, nuevas sensaciones, maneras diferentes de hacer lo de siempre. Era un maestro en el arte de amar, almenos para mí. Pero no todo podía ser perfecto, claro. Él no quería una relación “seria”, los maigos y la fiesta tiraban más. Y durante una llamada telefónica antes de irme de viaje de fin de insti le dije que lo dejábamos. Estos amores de la adolescencia….cómo dolió saber que ya no volvería a verlo. Aún guardo todo lo que escribía por las noches llorando y pensando en él.

Tuve otro novio, al que quería mucho y era un chico bueno, amable, atento, me hacía reir, me trataba como a una reina, y tenía una gran…..personalidad. Por aquel entonces reapareció el “chico malo” que me enseñó a hacer una felación en condiciones y que tantas lágrimas derramé por su culpa. Quería verme, pero yo tenía novio desde hacía meses. Gran dilema, pero el pulso se me aceleraba sólo de pensarlo, y accedí a comprobar si aún sentía algo por él. Y nos vimos, y follamos como nunca y como siempre. Pero luego nada, sólo había llenado un trocito del vacío. Deduje que sólo podríamos ser amigos que de vez en cuando follaban, pero sin muchos temas de los que hablar, con pocas cosas en común. Una relación de sexo, con todo el significado del mundo, pero sin sentido para una relación de pareja.

Me quedé sin uno y sin el otro. Los eché a los dos de mi vida, estaba demasiado confusa, no sabía lo que quería, y no quería hacer perder el tiempo a nadie, y me sentía muy culpable por haber sido infiel al novio y haber accedido al “amante”, y encima para nada. El tormento posterior fue peor. Seguí llorando por los dos, y escribiendo versos de amor por ambos.

Poco tiempo después, ya con 18 años empecé a salir con el que después se convertiría en novio oficial durante años, viviríamos juntos y con esa relación me convertiría en adulta. Nos llevábamos 9 años y medio, y eso me daba miedo, pero también pensaba que si él quería estar conmigo pese a la diferencia de edad, algún grado de madurez vería en mí, digo yo. Pero tampoco sería ésta una relación fácil. Ha sido la relación más dura, pero la que más me ha hecho conocerme.

Y volvió a aparecer el “chico malo”. Y volví a acceder a verlo. No podía evitarlo. No sé si porque lo veía como algo que me transportaba a esa época de fiesta loca y desenfreno, o porque realmente no podía decirle que NO. Durante 5 años se convirtió en amante, ya sin comillas. Nos veíamos una o dos veces al año, tampoco hay que abusar. Antes de cada encuentro le deseaba, y me excitaba sólo de pensar que en breve estaría en su cama. Después de verlo me sentía vacía, sucia, culpable, infiel. Pero entonces, ¿por qué continuaba viéndolo? Quizás me daba algo que mi novio no podía, o puede que para salir de la rutina, por lo diferente y prohibido. O porque soy infiel por naturaleza. Hoy aún no lo sé, y han pasado años ya.

El “chico malo” tenía también sus relaciones, ahora tenía una novia, ahora no…y entre una y otra, estaba yo, sin estar del todo, pero sin desaparecer. Sin prometernos amor eterno, pero despidiéndonos siempre con un “hasta luego”. Situación extraña, y extraña me sentía yo, al no saber por qué necesitaba verlo. Llegué a odiarlo, intenté decirle que no quería volver a verle, que teníamos únicamente una relación de sexo, que se buscara a otra, que me dejara vivir en paz….pero nunca se lo dije. Cuando lo tenía delante de mí, simplemente se me hacía la lengua un nudo, sólo me salía la sonrisa tonta. Sólo con oler su colonia ya estaba húmeda, y así no se puede pensar…..

Mi relación con el hombre con el que compartí casi 7 años de mi vida también terminó. Perdí un novio, pero he ganado un AMIGO, y nos seguimos viendo y llamando casi cada semana. Está comprobado que una relación no tiene por qué acabar mal, con insultos, ni reproches. Al fin y al cabo somos dos adultos que se han dado cuenta de que la relación no nos llevaba a ningún sitio. Los dos lo pensábamos desde hacía tiempo, yo simplemente lo dije en voz alta.

En ese momento conseguí mi segunda independencia, y se me hizo cuesta arriba, pero nunca me arrepentí de la decisión tomada, estaba meditada y es lo que quería.

Al principio me costó volver al mundo real, a conocer a otras personas, a salir, tener vida social, a estar con otros hombres. Pero como la cabra tira al monte, esa etapa acabó, y empezó la de disfrutar de la vida a tope. Y el “chico malo” no había desaparecido del todo, y ahora podíamos quedar cuando quisiéramos sin tener yo que pensar en culpabilidades, pero tampoco me llenaba. Me seguía faltando algo.

Me centré en el trabajo, en mis amigos, en la carrera, y en disfrutar de la vida, almenos el poco tiempo libre que me quedaba para ello.

Entonces me llegaron unas palabras nuevas al oído, y tras buscar información (gracias Don Google!), descubrí cosas nuevas e interesantes, que tras saber que no eran de mi interés de manera temporal y esporádica, empecé a tomarme muy seriamente y como una opción posible y real.

Una vez segura de ello, y ya empezando a meterme en el mundo del BDSM de manera activa, le confesé el nuevo descubrimiento sobre mis gustos latentes al “chico malo”. Por fin había encontrado el motivo por el que él no me llenaba, ni ningún otro hombre de los que había conocido o estado. Lejos de sorprenderse, sintió también la curiosidad de informarse más sobre el tema, hasta el punto de preguntarme por mis fantasías escondidas y en saber cómo podía él satisfacerlas.

Pasó un tiempo, y una mañana me llamó para pedirme si podíamos hablar porque necesitaba hacerme unas consultas y confiaba en mí para este tipo de tema.

Quedamos para comer. Era la primera vez desde que nos conocemos que comíamos juntos, como dos amigos, sin sexo de por medio, y hablamos durante horas sobre sus problemas con el trabajo (mobbing), amigos, familia y sobre él mismo. Me explicó sus miedos, sus obsesiones, sus dudas, su crisis existencial, su baja autoestima. Me habló como amiga. Fué chocante, no me esperaba que me viera como tal, siempre pensé que entre nosotros sólo había sexo. Claro que siempre hablábamos de cómo nos iba todo, de proyectos, trabajo, las respectivas parejas, etc, pero nunca llegué a conocer su intimidad, ese rincón oscuro que tanto nos cuesta mostrar. Lo tenía por un hombre un poco superficial, egoísta, buscavidas, seguro de sí mismo. Pero no era feliz, y necesitaba un oído que lo escuchara, unas palabras de apoyo, una opinión amiga. Y le di lo que pude, lo que en mis manos estaba, mi oído, apoyo y consejo.

Hace un par de días quedamos para tomar un café, y me comentó sus avances. Me agradeció que pudiera contar con mi apoyo, y puesto que yo no soy muy de palabras y me expreso mejor con acciones, decidí que la mejor manera de transmitirle mi optimismo y cariño era regalarle una libreta (del Natura, supermonas!) con la condición de que en ella apuntara una frase al día. Tan sólo una, la que definiera mejor su estado de ánimo en aquel momento. Incluso si escribía “pues hoy no sé qué escribir, no me viene nada digno de destacar a la cabeza” ya decía mucho de cómo se sentía en ese momento. La idea le encantó, y a mí me encantó que le encantara. Me sentí útil, y eso no tiene precio.

Como contrapartida a la libreta, él me ha comprado un ejemplar de comic de Eric Stanton, y estoy deseando leerlo!!

A veces las personas te sorprenden, y el “chico malo” es una buena prueba de ello. Es una persona muy importante para mí, ha participado en la formación de mi carácter, de mis ideas, de mi madurez. He visto su evolución y él ha visto la mía. Es lo bueno de mantener una amistad que dura años, y eso, es un lujo.

Pero me sigo excitando cuando huelo su colonia….

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