Tengo sobrepeso de alimentar la carne, el cerebro sobrestimulado y el alma colgando de un hilo, anémica.
Puedo hablar durante horas hasta quedarme afónica. Hasta que me doy cuenta de que lo hago en un idioma que no se entiende. Gritos al ruido, sin eco.
Mis vicios pesan más que las virtudes, y éstas no se ven ni subrayándolas.
No oigo mi voz hasta pasadas un par de horas desde que me levanto, justo cuando abro la puerta de la jornada y sonrío. Eso es algo que se me da bien. Sonreir.
Cada noche fabrico sonrisas para regalarlas durante el día, todos los días. Lástima que no sepa hacerlas con efecto retorno.
Salgo huyendo de mi jaula verde, deseando volver a ella y dejar de tensar la tez. Casa. Espacio neutro. Mio. Excepto cuando se me vuelve en contra y me engulle cual ballena al plácton.
Vomito cuando ceno en compañía no deseada, obligándome a sacar lo que no me pertenece ni disfruto. Ni una lágrima, excepto en fiestas de guardar y demás responsabilidades.
Cuando las marcas se quedan cortas, ¿qué hacer? ¿dónde encontrar la calma de mi hambre?
Si veo algo posible me despierto, hasta que muevo escasas fichas y me retiro. En silencio. Esperando que se me eche de menos. Y se me seca la piel, de la espera.
Busco lo que no sé nombrar y rehuyo de lo ya probado y sabido. Una vez más, para variar.
Dejando pasar posibilidades, por la vagancia de volver a caer. Sí, me da mucha pereza romperme otra vez, que luego me quedo sola recogiendo los metales.
Todo esto soy yo. Tampoco es para tanto. Otr@s con mucho menos han rellenado volúmenes inacabables. Por largos, no por poco interesantes.
Lo peor de todo es que he necesitado todo un verano para darme cuenta de esto. No imagino lo que necesitaré para asimilarlo. ¡Ni entro en cambios!
Mejor será que frene en seco, no sea que me estampe con mi conciencia, con mi propia mierda.
...... y ahora sécate la cara y sonríe, no vayan a sospechar que has vuelto a viajar sin billete.
:)
Puedo hablar durante horas hasta quedarme afónica. Hasta que me doy cuenta de que lo hago en un idioma que no se entiende. Gritos al ruido, sin eco.
Mis vicios pesan más que las virtudes, y éstas no se ven ni subrayándolas.
No oigo mi voz hasta pasadas un par de horas desde que me levanto, justo cuando abro la puerta de la jornada y sonrío. Eso es algo que se me da bien. Sonreir.
Cada noche fabrico sonrisas para regalarlas durante el día, todos los días. Lástima que no sepa hacerlas con efecto retorno.
Salgo huyendo de mi jaula verde, deseando volver a ella y dejar de tensar la tez. Casa. Espacio neutro. Mio. Excepto cuando se me vuelve en contra y me engulle cual ballena al plácton.
Vomito cuando ceno en compañía no deseada, obligándome a sacar lo que no me pertenece ni disfruto. Ni una lágrima, excepto en fiestas de guardar y demás responsabilidades.
Cuando las marcas se quedan cortas, ¿qué hacer? ¿dónde encontrar la calma de mi hambre?
Si veo algo posible me despierto, hasta que muevo escasas fichas y me retiro. En silencio. Esperando que se me eche de menos. Y se me seca la piel, de la espera.
Busco lo que no sé nombrar y rehuyo de lo ya probado y sabido. Una vez más, para variar.
Dejando pasar posibilidades, por la vagancia de volver a caer. Sí, me da mucha pereza romperme otra vez, que luego me quedo sola recogiendo los metales.
Todo esto soy yo. Tampoco es para tanto. Otr@s con mucho menos han rellenado volúmenes inacabables. Por largos, no por poco interesantes.
Lo peor de todo es que he necesitado todo un verano para darme cuenta de esto. No imagino lo que necesitaré para asimilarlo. ¡Ni entro en cambios!
Mejor será que frene en seco, no sea que me estampe con mi conciencia, con mi propia mierda.
...... y ahora sécate la cara y sonríe, no vayan a sospechar que has vuelto a viajar sin billete.
:)
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